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ENRIQUE MERCADO

"Extraordinariamente dotado para la escritura" (CLARA JANÉS, ABC)

"Uno de los mejores cerebros de su generación" (ALLEN GINSBERG)

Enrique Mercado (Madrid, 1965) es escritor, periodista, músico y guionista de cine.

Entre otras obras, ha publicado las novelas De lo que aconteció a una reina que se echó a la calle (Ediciones Libertarias, 1992) y Memoria del tiempo breve (Miletra, 1998) y el libro de relatos 20 estudios de la monotonía (Libertarias Prodhufi, 1993). Premio Nacional de Teatro Ciudad de Alcorcón por La alcantarilla, también es autor del libreto de la ópera de cámara El Greco, estrenada el 13 de diciembre de 2001 en la Iglesia de San Vicente, (Toledo), y del libro de entrevistas Leganenses (Editorial Ayto. Leganés, 1995), que recoge siete años de trabajos periodísticos. Dentro del apartado poético, ha publicado las obras Versos a la luz de una vela (Premio Ciudad de Leganés), La explanada (Editorial Germanía, 2003), publicada dentro de la colección Hoja por Ojo, dirigida por Jorge Reichmann y José María Parreño. Sus últimos poemarios publicados son am/pm (Varasek ediciones, 2011) y Trenes que no pasan de Magritte (Amargord, 2013).

Es también autor del ensayo Cultos de mal asiento (Amargord, 2013) y del libro de viajes Los sultanes del Yemen (Baile del Sol, 2015), que en estos momentos se está traduciendo al árabe para su publicación en una editorial egipcia.

Suyos son los cuentos, canciones e ilustraciones del libro infantil La ballena que iba llena (Varasek ediciones, 2015), que incluye un CD producido por el grupo Suburbano.

Asimismo, es co-guionista y autor de los poemas de la película Catarsis, estrenada en 2006. De su puño han salido también las letras El mundo es una pelota y Camarón de la Cruz, pertenecientes al disco Canalla, de Paco Ortega, editado en 2007. Autor del relato Camarón de la Cruz incluido en el libro-disco Ven acá pacá, de Paco Ortega.

Desde 2011 es director de la editorial independiente Varasek ediciones (www.varasekediciones.es).

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ENRIQUE MERCADO ESCRITOR

"La gente encantadora está condenada a conocerse" (ÓSCAR WILDE)

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SOBRE ESCULTOARQUITECTURAS.jpg

ENRIQUE MERCADO &

SUS

ESCULTOARQUITECTURAS

Por Andrés Fisher y Benito del Pliego

(Escultoarquitecturas es un poemario inédito. Editores interesados contactar en: hadafactory@yahoo.es)

Si hay un poeta que de acuerdo a las más tradicionales nociones de pertenencia vinculadas al espacio geográfico y cultural se puede entender como madrileño, ese es Enrique Mercado: nacido y criado en Madrid, donde siempre ha vivido, aunque en movimiento. El trayecto de Enrique Mercado ha sido significativo dentro de la urbe, ya que proviene de la periferia, de ese Big Sur madrileño que desde el desarrollismo franquista de los 60 se ha ido extendiendo e integrando al ritmo y a la esfera de la capital al tiempo que preservando la dinámica suburbial y autónoma de las ciudades independientes que lo constituyen.

Pasa su infancia en Villaverde y su juventud en Leganés, donde inicia su amplia y diversa práctica escritural, integrado en la dinámica sociocultural y literaria suburbial leganense cuyos espacios, especialmente los de la periferia suburbana, tendrán un significativo impacto en su poesía más notable. De ahí, a mediados de los noventa se traslada a vivir al pleno centro madrileño, a un par de calles de la Puerta del Sol, desde donde iniciará un tránsito de ida y vuelta por distintos espacios de la urbe.


Enrique Mercado es un escritor que se ha atrevido con todos los géneros y que ha tocado múltiples tonos y estilos: Es autor de cuentos (20 ensayos sobre la monotonía), novela (Intrahistoria de Leganés, Juan Vulgar de Austria, De lo que aconteció a una reina que se echó a la calle —reeditada con el título Sangre azul tan roja, Memoria del tiempo breve, Los sultanes de Yemen), Teatro (La alcantarilla), un libreto de ópera (El Greco), literatura para niños (La ballena que iba llena), guiones para documentales, televisión y cine (como el largometraje Catarsis, de Ángel Fernández Santos) y un par de obras narrativas de carácter completamente híbrido (Dogmas y otras contradicciones y Cultos de mal asiento). Además, fue periodista en revistas y periódicos madrileños como Zona-Sur y Leganés Actualidad. Ha compuesto canciones y formó parte de varias bandas de rock, como Vértigo, a finales de los 80.

Enrique Mercado es también, quizás más que cualquier otra cosa, poeta: en 1988 publicó Versos a la luz de una vela, donde ya se perfilan sus intereses iniciales —en el paisaje urbano y la humanidad desamparada, en la reflexión sobre la escritura— y abre un característico forcejeo con la estructuras poéticas formalmente cerradas que perdurará en los siguientes poemarios. Su segundo libro de poemas, La explanada, apareció en 2002 publicado por la Editorial Germanía en la colección Hoja por Ojo, que dirigieron Jorge Riechmann y José María Parreño y que supuso, en épocas del reconocimiento acrítico de poéticas realistas, un espacio de acogida para voces disidentes de muy variado tipo y procedencia: no hay que olvidar que la colección se inauguró justamente con un libro fundamental del hispano-argentino José Viñals (Animales, amores, parajes y blasfemias).


La explanada, que pertenece a un ciclo relacionado con otros poemarios inéditos —El globo amarillo— consigue concretar de forma prodigiosa un paisaje suburbial que reaparece además en parte de su obra en prosa: barrios rodeados de descampados y escombreras, polígonos industriales, trenes de cercanías, autopistas, en que los únicos pobladores verdaderos parecen ser los perros, los carteles y los automóviles. De alguna manera este paisaje emblemático del cinturón industrial de Madrid, conecta con una de las líneas de fuga más lúcidas en problematización del figurativismo, como la que Edward Hopper lograse en su pintura, aunque no tenga ni un ápice del arte costumbrista (tipo Cristobal Toral o Victorio Macho) del que las Escultoarquitecturas se burla despiadamente. Por otro lado, como en los paisajes del ultraísmo/creacionismo, el suyo surge de una mirada capaz de despojarse de lo superficial mediante la metáfora inusitada y un constante uso de la elipsis; también es portador de una compleja conciencia de la escritura que busca salidas al corsé de la tradición y litiga con sus expectativas transcendentales. En este libro ya podemos apreciar la cercanía de Enrique Mercado con Joan Brossa, específicamente con la parte de su obra que el catalán denominase como poesía sintética, que supone un ejercicio de despojamiento extremo del lenguaje que opera mediante la extracción de segmentos ordinarios de realidad hechos palabra, descontextualizados al ser yuxtapuestos en el espacio del poema, generando un resultado objetivista y capaz de conmover.


am/pm (Madrid: Varasek, 2011), libro en el que colabora con la fotógrafa Beatriz Ruibal, marca una inflexión considerable en su poesía. Las circunstancias vitales, o la memoria de esas vivencias, aparecen en primer plano y los poemas, sin dejar de mirar desde (o hacia) el extrarradio madrileño, improvisan narrativamente entre restos de fábricas abandonadas, pero también entre los de un proyecto vital en plena crisis. Este mismo carácter bifronte, de sombra y luz, reaparece en el último poemario de Enrique Mercado: Trenes que no pasan de Magritte —que se publicó en 2013 en la colección ONCE de Amargord que dirigen Javier Gil y Víktor Gómez. Las dos partes en que se divide lo marcan de forma simétrica: el final de una caída (que coincide con la de la propia sociedad española tras las catastróficas medidas económicas del 2009) y el inicio de una nueva vida se reparten las páginas del libro, pero no solo como reflejo de una intensa búsqueda personal, sino también como reflejo de un cuestionamiento de la escritura que, como en el poemario anterior, construye con apariencia de ingenuidad salidas de emergencia para el conflicto irresoluble de la representación y del sentido.


Pese a su temprana, polifacética y continuada actividad literaria, de ningún modo puede entendérsele como un escritor profesional. Así, Enrique Mercado nunca ha aceptado someter y domesticar su obra a los dictados de transparencia, claridad y legibilidad extrema propios de las lógicas del capital. Conocemos de cerca el episodio de la carta de aceptación de una de sus novelas por una prestigiosa editorial, a cambio de algunas modificaciones, que Mercado no aceptó al considerar que desvirtuarían su obra. Existe en su trabajo una constante pulsión a escapar de cualquier expectativa que domina tanto el desarrollo interno de su obra como de su carrera como escritor. Aunque conoce y esporádicamente usa todos los trucos del manual, su escritura parece revelarse contra los moldes y los modales, y se enfrenta a las normas con una espontaneidad que asume decisiones creativas, no de forma programática, sino con el mismo criterio con que obra en los momentos arriesgados: en el instante. En 2003 decía en entrevista su aspiración era  "ser un profeta del instante exacto que vivo en cada instante"[1] Quizás eso explique su inclinación a gestionar su trabajo mediante sus propios medios y su decisión de auto-producir de forma artesanal algunos libro-objetos y pequeñas carpetas, de producción limitadísima y contenido igualmente excéntrico, como los poemarios Correo perentorio (1992), Coimposiciones  y otro más, sin título (compuesto por una docena de cuartillas en blanco y negro, cerradas con tiras en forma de cruz) que el autor distribuyó entre algunos afortunados en 1993. Todos ellos tienen también algo de brossiano, y no solo por este carácter objetual-primario de su factura. Claramente Escultoarquitecturas se incluye dentro de este grupo de rarezas y constituye una de las obras más peculiares de un autor sumamente peculiar.


Las Escultoarquitecturas son, como las denominó, José María Parreño, “partituras de arte de acción”[2] o, según lo describe la solapa de La explanada, “un híbrido de poesía-ficción grotesca” que contó con una edición de autor limitada a cincuenta ejemplares. Los textos fueron escritos en 1993 y la edición se realizó en 1995 y se presentó y distribuyó entre los asistentes al acto el 6 de abril de ese año en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. El acto de presentación se enmarcó dentro de un ciclo programado por Parreño que llevaba el título de Programación Alternativa y consistió en la lectura de la obra acompañada por la proyección de un video realizado por Antonio Cordero y de una serie de fotografías de Beatriz Ruibal.

La edición original estaba compuesta por varios pliegos de papel que se doblaban a modo de acordeón y donde se reproducía un proyecto por página. Las plegaduras iban insertas en un sobre hecho a mano que contaba con un triángulo troquelado en su cara principal, en medio del cual se podía leer el título de la obra. El título y el nombre del autor, aparecían a mitad del triángulo sugiriendo el perfil de una A mayúscula, en homenaje a Brossa, a quien la obra va también explícitamente dedicada. Esto constituye otra de las peculiaridades de la obra, ya que como nos recuerda María Salgado, Brossa es un autor inexplicablemente ausente en las antologías nacionales, con lo que su área de influencia fuera de Cataluña es más bien escasa, o al menos clandestina, pero no lo era en la tertulia que se reunía en las primera mitad de los noventa en el Círculo de Bellas Artes, de la que Enrique Mercado era actor principal. Conexiones inesperadas e imprevisibles ajenas a las lógicas causales como las que propone el modelo del rizoma.


Escultoarquitecturas, supone un acercamiento a la poesía sintética brossiana cercano al que ya mencionábamos para La Explanada. De hecho Escultoarquitecturas y la parte inicial y más extensa de este libro, Suburbia, son estrictamente coetáneos ya que, pese a su tardía publicación, esta serie data también de mediados de los noventa. Ambas comparten ese despojamiento extremo y antirretórico. En aquellos años el autor citaba un lema que Brossa le mencionaba en una carta de aquellos años en los que el catalán citaba una frase de Joan Miró: “debemos aspirar a dar la máxima emoción con el mínimo de sensación”.  Así, en una especie de ready-made, coge trozos de realidad circundante, urbana, habitual que traspuestos en lenguaje articulan un poema otorgándole de visualidad extrema. De hecho, los textos parecen tener inspiración directa en los Projectes de poemes, de Joan Brossa en los que se dan concisas instrucciones como la que figuraba a modo de cita en otro de estos artefactos artesanales de Mercado de los años 90 (Correo perentorio): “Una A pintada damunt una bola de billar”.


Algo tienen también, de los Etcéteras de ZAJ y Juan Hidalgo que, quizás, podían haber llegado a este autor a través de la muestra de Parreño y Gallero Ocho poetas raros. Allí se podían leer etcéteras que resuenan en los de Mercado como el titulado “Lo casi imposible” que empieza: “el miércoles por la mañana pida prestadas al Banco de España sus reservas de oro”. Como en estos casos, las de Mercado son composiciones que una vez escritas, se podrían dibujar, filmar o, como sugiere el título y alguno de los proyectos, esculpir. Esa es una de las particularidades de las Escultoarquitecturas, pues se trata de guiones para acciones delirantes, grotescas en algunos casos, lo que recuerda a otra de las influencias que subyacen en toda la obra de Enrique Mercado, la de Valle Inclán, aunque aquí el esperpento llega a un grado que ni Brossa, ni Hidalgo, ni Valle Inclán, se hubieran atrevido. Proyectos como el tres y el ocho o el diez, son más propios de Fernando Arrabal y, no cabe duda, echan manos del punk y de una fortísima dosis de nihilismo. De hecho, Enrique Mercado parecía estar dando a los que en aquellos años identificaban las vanguardias con el terrorismo exactamente lo que pedían. Provocación nata.


Junto con su extracción de segmentos de la realidad circundante, hay en estas piezas la adición de una imaginación notable que se engrandece aún más ya que actúa dentro de la disciplina textual rigurosa y contenida, que opera con un marcado sustrato constructivista como en la obra de Brossa. Así, esta suma de observaciones, situaciones, objetos concretos y materiales, se les van agregando proposiciones que, lejos de alejarlas de su materialidad, constituyen propuestas de acción que aúnan los géneros, pues conjuntan a lo poético con lo visual, lo plástico y lo teatral. Al mismo tiempo, de la mano con el riguroso ejercicio estético que suponen las Escultoarquitecturas en cuanto a su unidad constructiva y su notable capacidad de indagación metapoética, tal como la poesía sintética brossiana, suponen una presencia de las ideas éticas y hasta sociopolíticas del autor, pero no como contenido o discurso sino plenamente integradas dentro proceso compositivo de unos textos de marcada capacidad performativa.

En este sentido se mezcla lo constructivista y lo político en esa ambición de ocupación y resignificación de los espacios públicos: por eso la referencia a lo arquitectónico es acertada, e incluso podría haber denominado el proyecto “urbanístico”. Escultoarquitecturas está poseído por el deseo de exponer públicamente el delirio dogmático que preside las relaciones sociales mediante veintitrés actos de carácter poético (es decir, creativo) de naturaleza igualmente delirante. Por eso es fundamental que los actos sean públicos y que acaezcan en los espacios ciudadanos, y en concreto, en los de Madrid: El Museo del Prado, la Carrera de San Jerónimo, El Palacio del Pardo, La Plaza España, La calle Príncipe de Vergara, el estadio Vicente Calderón, el parque de El Retiro... los espacios emblemáticos de una ciudad son reconfigurados con la misma lógica que les dotó del significado que hoy tienen para la ciudad o para el país, pero en sentido inverso: el texto insiste en crear, titular e inaugurar monumentos, pero monumentos anti-nacionalistas, anti-capitalistas, anti-eclesiásticos, anti-canónicos, anti-heroicos, anti-patriarcales, anti-militaristas... Aunque los proyectos nunca se pongan en práctica, y su mera circulación fuese casi inexistente, su existencia sigue apuntando posibilidades para transformar Madrid desde fundamentos poéticos. En un momento histórico en el que la polémica acompaña cualquier intento de cambiar el nombre de una calle o de retirar cualquier estatua de la vía pública —incluso cuando estas fueron impuestas por un régimen totalitario—, las Escultoarquitecturas de Enrique Mercando vuelven a recordarnos que la verdadera transformación de la ciudad requiere fundamentalmente de un acto: el imaginativo.  

[1] Garlaza, Rodrigo. “Entrevista a Enrique Mercado”. Literaturas.com, 2004. Internet. 14 de abril, 2016

[2] Parreño, José María, (1996), “Historia o historieta del arte de acción en Madrid”, en Vallaure, Jaime y Marta Pol (eds.). Sin número 1996, Madrid, Círculo de Bellas Artes, pp. 26

ESCULTOARQUITECTURAS

(selección)


Proyecto 4

Se roba el Guernica, de Picasso, y se esconde durante un mes en un polígono de las afueras de Madrid. Quien lo descubra antes de que sea devuelto, podrá cincelar en basalto la figura del toro.

Proyecto 6

Se roba una de las colecciones de sellos más importantes del país y se quema sin contemplaciones. Se le pone una cinta a las cenizas y se llama al alcalde de la ciudad para que inaugure el monumento.

Proyecto 7

Se conmina a cuarenta millones de españoles a que dejen de trabajar en lo que no les gusta y se les arroja en medio del Pacífico para que encuentren sus sueños. Los que sobrevivan, servirán de modelo para las gárgolas de una iglesia gótica a construir junto al Estadio Vicente Calderón.

Proyecto 10

Se observa con atención la cópula de dos perros en plena vía pública y se hace lo mismo con un transeúnte (siempre que se preste) para constituir una estatua en movimiento.

Proyecto 14

Todos los españoles renuncian a su nacionalidad y posan para una revista de arquitectura.

Proyecto 15

Se rastrea Castilla-La Mancha y se hacen estallar todos los obuses de la guerra civil que se encuentren. Si hay muertos en las tareas de rescate, se pondrá el nombre de los mismos en un muro de mármol que recorra las costas gallegas.

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