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LA BALLENA QUE IBA LLENA

El cuento que da título al libro

Ese verano lo iban a pasar en una isla anclada en medio del océano.
Para Violeta, eran sus primeras vacaciones junto al mar. No así para sus padres. Él había sido marino en su juventud y ella lo había conocido en un puerto del Mediterráneo. Desde entonces, ya no le dejó partir nunca más. Violeta no se lo acababa de creer del todo, a tenor de la gran barriga y de las escasas dotes para la natación de su padre. Pero, en fin, allí estaba, tan campante sobre la cubierta de aquel barco, sin marearse lo más mínimo.
Tras varios días de navegación, apareció en lontananza la isla de las vacaciones. Una hora más tarde, entraban en el puerto.

Violeta se sorprendió de que hubiera una gran ballena en el muelle. Nada más desembarcar, salió corriendo para contemplarla de cerca. Lo más gracioso de todo era que el ojo izquierdo del cetáceo
quedaba a la altura del muelle.
Violeta lo miró y remiró y vio que estaba empapado en lágrimas.
-Ay, ¿por qué estará tan triste? –se puso ella melancólica también.
De pronto, un vozarrón muy fuerte atronó sus oídos:
¡eso le pasaba por preguntona!
-Es una historia muy larga de contar, niña.
-¿Pero quién está hablando? –murmuró Violeta mirando para atrás.
-Yo, la ballena.
Violeta se asomó al borde del muelle. ¡La ballena tenía abierta su
enorme bocaza!
-No tengas miedo, niña, que no muerdo –dijo, soltando de pasada
un gran chorro de los suyos.
-No, si miedo no me da, ballena –se acomodó
Violeta a la situación-, más bien lo que me da es pena
al verte tan vacía...
...quiero decir; tan sola. ¿Quién te ha traído hasta aquí?
-Si quieres que te lo cuente, dime primero tu nombre.
-Violeta, me llamo Violeta, y he venido con mis padres a pasar las vacaciones en la isla.
-Lo que has dicho en segundo lugar no me interesa en absoluto –resopló la ballena-, así que ya podías habértelo ahorrado.
-¡Pues si no te gusta mi compañía me voy! –protestó Violeta haciendo ademán de marcharse.

La ballena puso cara de besugo
y se apresuró a corregir:
-Discúlpame, Violeta, pero es que no tengo muy
buena opinión de los adultos. Uno de ellos es
el que tiene la culpa de todo. Y aquí es donde
empieza la historia que quieres escuchar.
Este marinero del que te hablo me capturó
hace mucho tiempo...
...y eso que la caza de ballenas ya estaba prohibida por entonces. En lugar
de matarme, que no sé si hubiera sido lo mejor, me trajo a este puerto y me
convirtió en una atracción para los turistas, que hay que ver cómo lo dejan
todo. ¿Tú no serás de ésos?
-No, yo soy más limpia que los chorros del oro.
¿Sabes a qué chorros me refiero?
-¿A éstos? –exclamó la ballena lanzando un par de los suyos.
-¡No, no!... –exclamó Violeta partiéndose de la risa-,
pero da igual. Venga, explícame por qué eres una atracción.
¿Es que haces algún numerito, como los delfines?
-¡Qué va! ¡Ya quisiera yo! El viejo marinero me obliga a dar vueltas
alrededor de la isla con un barco enganchado a mi cola. Y, claro, eso a los
turistas les gusta tanto que me tiene todo el año dando vueltas y vueltas y
vueltas y vueltas y vueltas y vueltas y vueltas y vueltas y vueltas...
-Bueno, no des tantas vueltas que me voy a marear –se quejó Violeta-. Oye,
¿y no has pensado en escaparte? Con la fuerza que debes de tener, seguro
que podrías soltarte de la cadena si quisieras.
-Ya estoy muy vieja para ir dándomelas de forzuda por ahí.
-¿Pero no podrías nadar a gran velocidad y mandar el barco a tomar
vientos con tu cola?

-¡Huy, no! ¿Cómo voy a hacer eso? Los pasajeros no tienen la culpa de nada.
La madre de Violeta se acercó por detrás e interrumpió la conversación:
-Vamos, Violeta, que ya nos han dado habitación en el hotel.
-Déjame un rato más –se hizo la remolona Violeta-. Es que estaba hablando
con la ballena.
-¿Con la ballena? ¡Venga, no digas tonterías! –se burló su madre a la
vez que la cogía de un brazo y la arrastraba hasta el hotel. El ojo de la
ballena, entretanto, las veía alejarse.
Al día siguiente, los padres de Violeta decidieron dar un paseo en el barco
de la ballena. En la rampa de entrada se toparon con el viejo marinero.
Éste era un hombre desgarbado, desdentado y todos los demás h-ados
estaban contra él. Tampoco era recomendable cruzarse con su mirada
sanguinolenta o respirar su sudor alcohólico de alta graduación. Así
hablaba a los turistas:
-¿No hay nadie que quiera enrolarse conmigo?
¿Es que no hay ningún valiente entre todos vosotros?
Violeta miró el ojo de la ballena y le entraron ganas de echarse a llorar.
-Yo no quiero subir ahí. Mira cómo está sufriendo la ballena –dijo, tirando
de la falda a su madre.
-Vamos, no empieces con tus tonterías otra vez –repuso ella-. ¿No ves lo
gorda y bien alimentada que está? Seguro que es más feliz así, rodeada de
tanta gente, que si tuviera que vivir sola, en el fondo del mar.
A Violeta no le quedó otra que embarcarse. Poco después, el marinero se
subía a lomos de la ballena.
-¡Arranca de una vez, pedazo de animal! –gritó.
La ballena, sumisamente, inició su marcha lanzando un gran chorro de agua.
Los turistas no cabían en sí de gozo. La ballena empezó a hacer unos viejas casas coloniales y otras se deslizaban empujados únicamente por la brisa. Se decían unos a otros: “Tenemos que contárselo a todo el mundo. Aquí tienen que venir Los Martínez, Los Pérez, Los García... No, Los García no que son unos antipáticos, pero sí Los Ramírez y Los López”.
¡Menudo negocio se había montado el viejo marinero a costa de la ballena!
-¡Mira qué paisaje tan bonito! –exclamaba la madre de Violeta para que ésta dejara de llorar.
Pero Violeta estaba realmente enfadada. No hacía más que pensar en lo mal que lo estaría pasando la ballena, y lo que le quedaba por pasar, porque si siempre iba llena, seguro que el marinero no la soltaba en la vida. Sólo podía esperar un golpe de suerte, ¡y mira por dónde que el golpe llegó, y de qué forma!...
El cielo se llenó repentinamente de nubes negruzcas y violentas que chocaron unas contra otras hasta que hicieron saltar rayos y truenos. El mar se puso furioso también y grandes olas comenzaron a salpicar a los turistas. El marinero, por su parte, hacía todo lo posible para no perder el equilibrio mientras trataba de tranquilizar a la gente:
-¡No se asusten! ¡Es sólo una tormenta!
Pero aquella tripulación, que vestía con bermudas y se adornaba con cámaras de fotos, estaba muy asustada. Y más que se asustaron cuando
un rayo con muy malas pulgas dejó libre a la ballena.
-¡Corre, ballena, escapa ahora que se ha roto la cadena! –gritó Violeta, entusiasmada.
La ballena aproximó su cara a Violeta pidiéndole un beso de despedida.
Una vez recibido, se sacudió al marinero pulgoso que seguía encaramado a ella y lo lanzó sobre el barco.

-¡No te vayas, ballena! –gritó el viejo
rascándose el chichón que se había
hecho al caer. La ballena no podía
escucharle. Tenía sus grandes ojos bien
fijos en el horizonte.
-¡Maldita sea! –protestó el marinero-.
¿Cómo me voy a ganar la vida a partir de
ahora? Violeta no dudó en responderle:
-Pues con tu propio esfuerzo. Y si no,
jubílate, que ya va siendo hora.
-Pero qué niña más rica... –murmuró el
marinero derrotado a la vez que ponía
rumbo a puerto.

La Ballena: Bienvenidos
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La ballena que iba llena es un libro-disco donde los cuentos se transforman en canciones y los dibujos en otros cuentos. Sin edad de caducidad.

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La Ballena: Bienvenidos

LA BALLENA QUE IBA LLENA

Un libro-disco sin fecha de caducidad

La ballena que iba llena es una obra donde los cuentos se transforman en canciones y los dibujos en otros cuentos. Este libro-disco no tiene edad de caducidad. Los padres pueden contar estas historias a sus hijos si todavía no han aprendido a leer. Y el rango de edad se amplía hasta la edad en que los niños dejan de creer en los cuentos, lo que en algunos casos no sucede nunca.


Las ilustraciones
Las ilustraciones pretenden ser algo más: una segunda voz, otra manera de ver el relato, más humorística si cabe. Dichas ilustraciones interactúan constantemente con los relatos, unas veces aportando perspectivas nuevas o jugando con la pluralidad de significados de las palabras; y otras, incluso, contradiciendo al texto o creando narraciones visuales paralelas.


Las canciones
El libro ilustrado se acompaña de un CD con catorce canciones, trece de las cuales están basadas en las historias que componen el libro. La canción nº 14 es un resumen de todas ellas.
La apuesta original en este caso es la utilización de estilos musicales que normalmente van dirigidos al público adulto: temas pop, rock & roll, un vals por aquí, un corrido por allá,
una bachata por acullá... Para ello, he contado con Luis Mendo y Bernardo Fuster, miembros del grupo Suburbano, que además de arreglar, producir e interpretar las canciones junto a solistas y músicos excelentes, han puesto música a cuatro de las canciones.

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La Ballena: Bienvenidos
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EL ANARQUISMO BIEN ENTENDIDO

Entrevista a Enrique Mercado

«Ante todo creo en la libertad individual, en el anarquismo bien entendido». Una conversación con Enrique Mercado

Hace unos días llegó a Librerantes la 2ª edición de La ballena que iba llena, un libro que llama la atención por su color amarillo vivo y que, hay que decirlo, es dificilísimo de acomodar en las cajas de los envíos a las librerías porque es casi cuadrado. Cuentos infantiles con ilustraciones y música; el rango de edad del público al que va dirigido se amplía hasta la edad en la que los niños dejan de creer en los cuentos, lo que en algunos casos no sucede nunca.

Partiendo nada más de la premisa de este libro-disco, surgen algunas preguntas a su autor, Enrique Mercado, escritor, poeta, músico, guionista de cine…

-¿Es tu primer libro para niños?

Es mi primer libro para niños, sí, pero no la primera vez que escribo para los más pequeños. En los años 90 del siglo pasado había escrito unos guiones para un CD titulado La banda de Chulín, producido por Paco Ortega. Ese trabajo formaba parte de la instalación permanente del Zoo de Madrid que lleva ese nombre (no estoy seguro de si sigue en la actualidad porque hace ya muchos años que no me interesan los zoos). Entre canción y canción, los animales protagonistas hablaban entre ellos y presentaban las canciones. Yo era el autor de esos diálogos.


-¿Desde el principio quisiste escribir un libro de cuentos? ¿O estos fueron surgiendo a lo largo del tiempo y finalmente los has reunido en una única obra?

El proceso de escritura de los cuentos que conforman La ballena que iba llena comienza hace muchos años. Alentado por mi primera experiencia con La banda de Chulín, y animado por la libertad que te da escribir para niños –siempre he tenido presente en toda mi escritura aquella frase de Picasso de que su objetivo era acabar pintando como un niño– empecé a escribir estos cuentos y a disfrutar como hacía años que no lo hacía del mero hecho de fabular, de empezar una historia y no saber adónde te acabará llevando. Lo cierto es que todos estos cuentos tenían un mismo hilo conductor: denunciar ese mundo adulto que, parafraseando a Antoine de Saint-Exupéry, ha olvidado que algún día todos fuimos niños. Lo cierto es que todos estos cuentos acabaron siendo partes indivisibles del mismo cuerpo. No son una suma, son partes del mismo universo literario. En él, los niños que protagonizan los cuentos podrían ser los héroes de cualquier otro cuento.

Me interesa mucho saber cómo se gestó la idea de unir relatos con ilustraciones y con canciones,


-¿Siempre quisiste hacer una obra que mezclase las tres disciplinas o la idea surgió después? Si es así, ¿qué fue primero: la música, el dibujo o la narración?

Años atrás, había escrito/pintado un poemario visual, Correo Perentorio, donde los poemas eran, en realidad, dibujos que podrían haber sido trazados perfectamente por la mano de un niño, y fue entonces cuando me reencontré con la libertad del niño que dibuja sin someterse a las normas académicas. Ese trabajo me reportó la amistad del gran poeta visual y artista catalán Joan Brossa. Según él, en Correo Perentorio se hacía verdad aquella máxima de Joan Miró de que, en arte, «hay que dar la máxima emoción con el mínimo de sensación». Y aquí añado otra frase del violonchelista Pau Casals, aquello de que «hay que aprender la técnica para olvidarla». Con todo este background, surge de manera natural la idea de darle la vuelta a los cuentos gracias a la visión pictórica de un niño. De repente, comprendí que las ilustraciones no podían ser sólo ilustraciones, sino realidades autónomas que interactuasen con los cuentos, incluso contradiciéndolos.

La primera versión del libro estaba trufada de decenas de dibujos, pero esto, aparte de encarecer el libro, lo hacía demasiado denso, y finalmente me quedé con los dibujos que consideré más esenciales para «correlatear» la parte literaria.

No contento con los cuentos y las ilustraciones, todas estas historias me pedían ser cantadas. Si ya teníamos un relato literario y otro pictórico, ¿por qué no contar los cuentos otra vez valiéndome de otra disciplina artística, como es la música?

Y tanto fue así, que las canciones salieron una detrás de otra con una facilidad increíble. La verdad es que nunca he estado tan inspirado, y creo que eso se transmite en los relatos que conforman esta obra total en que se ha convertido La ballena que iba llena.


-¿Qué quieres contar a los niños con estos cuentos? ¿Qué quieres que se pregunten?

Eso quiero… que se pregunten, básicamente. Como oficial de todo y maestro de nada que soy, ¿quién es Enrique Mercado para aleccionar a nadie? Simplemente transmito mi manera de entender el mundo desde la visión del niño que fui y que no me resigno a dejar de ser. Si otros niños –literales o literarios– se sienten identificados con mi visión, pues encantado de tener compañeros de viaje. Pero ante todo creo en la libertad individual, en el anarquismo bien entendido, y creo que eso queda patente tanto en este libro como en el resto de libros «para adultos» que he escrito, y ya son unos cuantos.

En La ballena que iba llena hay una denuncia clara contra el maltrato animal y contra el abuso del poderoso sobre el humilde, y, por supuesto, una defensa de todo aquel que es o se siente diferente, además de un rescate de los personajes y escenarios de mi propia infancia. Este período de mi vida transcurrió en la periferia de Madrid en los años setenta del siglo pasado. Entonces, era habitual que, de cuando en cuando, se instalasen en los descampados que rodeaban mi ciudad atracciones y circos realmente marginales y terroríficos. Recuerdo la tristeza de los ponis dando vueltas y vueltas en atracciones dirigidas por siniestros personajes, y aquellos tigres famélicos que lanzaban perezosamente su zarpa contra el látigo del domador. En este libro, también aparece mi admiración hacia los nómadas que vivían en las chabolas y los poblados marginales próximos a mi ciudad. En mi visión de niño, era gente totalmente libre que no había de someterse a nada. De ahí mi homenaje a todos ellos en el cuento El niño rico era pobre. Sus protagonistas, Churumbelito y Churumbelita, son como mis hermanos salvajes soñados, aquellos con los que podría haber vivido las aventuras más increíbles por los campos de trigo y los terraplenes del tren de los suburbios.


-¿Por qué las canciones que acompañan a los cuentos son tan diferentes de la música para niños que estamos acostumbrados a escuchar? La verdad es que se agradece. ¿Por qué esa mezcla de estilos?

Detesto la música para niños que se hace hoy en día; por supuesto, hablo del mainstream, ya que hay otras iniciativas independientes ahora mismo en el mercado que me encantan. Esa música ad hoc para niños tiene siempre la misma orquestación. Me resulta insufrible. Por eso la idea de incorporar distintos estilos musicales, para que los niños sepan que hay géneros que no son patrimonio exclusivo de los adultos, y de hecho, las canciones son una parte vital, yo diría crucial, de la obra. Los niños las bailan y se las aprenden de memoria desde el primer momento. Y hablamos de niños de 1 a 10 años. La música habla por sí sola.  De hecho, las canciones son un poco la esencia del libro. Te cuentan otra vez la historia de cada cuento pero a través de una canción (música y letra: ya tenemos dos subgéneros). Estoy seguro de que habrá niños que, dentro de unos años, cuando ya sepan leer, se sorprenderán de ver qué esta historia ya la habían oído, pero lo bueno, entonces, será que se la estarán leyendo/entendiendo de una manera diferente y en un lenguaje distinto.

Sin duda, y en relación a la perfecta aplicación de los distintos estilos musicales en los temas, tengo que destacar la estupenda producción musical y los arreglos de Luis Mendo y Bernardo Fuster, del grupo Suburbano, que han hecho un trabajo impecable e incluso han participado componiendo la música de cuatro de los cuentos. Y por supuesto, vaya desde aquí mi agradecimiento a todos los cantantes y músicos que han intervenido en la producción.

-¿De dónde viene la idea de utilizar las ilustraciones como parte de la narración, como elemento que añade información sin limitarse a ilustrar lo que el texto cuenta?

Como te decía anteriormente, las ilustraciones no se limitan a ser las comparsas del cuento, como así ocurre en tantos libros infantiles. Sí, los padres valoran mucho todos aquellos dibujos increíbles, llenos de color y destreza técnica, pero, en realidad, no se dan cuenta de que no añaden nada nuevo al relato. Aquí el dibujo interactúa, se pelea con el relato, lo contradice, es un poco como traer la mayéutica, el diálogo de Sócrates/Platón, a la literatura infantil. La verdad es que estoy muy satisfecho de ser el padre de esta criatura. Decía un personaje a otro en El sueño del mono loco, de Fernando Trueba, que «los niños no pueden tener niños». Vale, de acuerdo, pero si son como La ballena que iba llena, sí se puede.

(Entrevista de Lucía Ramos para Librerantes)

La Ballena: Acerca de
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